martes, 27 de octubre de 2009

El arte de liderar sin liderar, de conducir sin controlar


En muchos sentidos, la música es el arte de la armonía. Una orquesta en un equipo numeroso de intérpretes que necesariamente deben colaborar entre sí, estar atentos unos a otros y seguir, a la vez, el ritmo, la pauta y la interpretación que imprime el director.

El ex director israelí Itay Talgam dio en Oxford (julio 2009) una conferencia en la que analiza el estilo de conducción de seis directores célebres del siglo XX. Sus reflexiones son imperdibles, nos hacen pensar en la esencia del liderazgo y de la colaboración en cualquier ámbito donde nos estemos desarrollando.

Actualmente Itay Talgam dicta workshops en diferentes ciudades del mundo para ayudar a las personas a desarrollar el sentido de colaboración del músico y de liderazgo del director. En este video Itay demuestra claramente su hipótesis: el arte de conducir personas es permitir que cada una despliegue su talento personal en un contexto creativo y vital, hasta risueño.

¡Imperdible!


http://www.ted.com/talks/view/id/663

lunes, 26 de octubre de 2009

El divorcio en la argumentación o cómo romper enlaces


En un curso de oratoria que dicté hace unas semanas, ocurrió algo que siempre es bueno que ocurra, después de presentar los diferentes tipos de argumentos que según Perelman podemos utilizar.

La actividad práctica suponía que los participantes discutieran un tema polémico de la actualidad usando y pensando y reconociendo diferentes tipos de argumentos. Después del ejercicio y como una excelente conclusión, Ariel, un participante, hizo el siguiente comentario:

“Entonces, si uno escucha atentamente la forma del argumento, puede darse cuenta de cómo debe contraargumentarlo.”

Exacto. Ahí estaba el punto que yo, a decir verdad, había olvidado mencionar. En una discusión no sólo es importante qué se dice (para discutir) sino la manera en que elegimos presentar y construir ese argumento, porque en esa lógica se esconde la posible refutación.

En concreto, si elijo un argumento causal para discutir sobre la pobreza de los países de Sudamérica, del estilo

“los países sudamericanos son pobres porque sufrieron un proceso de colonización que destruyó toda su riqueza y cultura”,

habrá que buscar un contraargumento que rompa el enlace causal, ya sea porque no se trate de una causa suficiente, o porque aparezcan ejemplos que limiten el alcance de esa afirmación. Por ejemplo:

“Estados Unidos y Canadá también fueron colonias y sin embargo son países ricos, por lo tanto, esa causa no es suficientemente explicativa.”

O si discuto sobre un proyecto de deforestación y formo un argumento pragmático del estilo:

“Es imposible oponerse a la explotación forestal de la selva, si consideramos que la industrialización traerá empleo para los pobladores, más desarrollo económico para todo el pueblo y que reducirá la pobreza estructural que tenemos en la provincia”,

sería adecuado pensar en valores esenciales que se le opongan, o en consecuencias indeseadas de ese mismo pragmatismo (como una exageración de la premisa). Por ejemplo,

“tan importante es poder desarrollarnos y salir de la pobreza hoy en día, como garantizar que las futuras generaciones puedan disfrutar del mismo ambiente natural que disfrutamos hoy. A eso lo llaman hoy “sustentabilidad del negocio”, y esos parámetros, hasta ahora, no parecen haber sido considerados en el proyecto.”

Podríamos hacer una larga lista de ejemplos. De todas maneras, lo significativo es lo que descubrió Ariel: cada argumento tiene una lógica que establece enlaces entre diferentes elementos. Contraargumentar, necesariamente, implica romper esos enlaces y mostrar que hay incompatibilidad de elementos.
Y a todos los participantes del curso: ¡muchas gracias por todos sus comentarios!

jueves, 1 de octubre de 2009

El valor argumentativo de una pregunta (2° parte)

¿Por qué el acto de preguntar es tan significativo en una argumentación? A diferencia de las afirmaciones, las interrogaciones tienen la virtud de ser puertas que en una discusión podemos abrir, hacer girar violentamente o cerrar de un portazo.

Marafiotti en su libro Recorridos semiológicos distingue cinco tipos de preguntas: las retóricas, la pregunta trampa, la pregunta controversia, la contra pregunta y la pregunta de estilo.

Me pareció muy útil reproducir las mini definiciones que plantea el autor y brindar ejemplos que busqué en los diarios locales. El debate sobre la ley de medios audiovisuales en la Argentina me pareció un material muy rico por la profusión de posturas y de intervenciones que se registra en todos los medios de comunicación desde hace unos meses. Aquí vamos.

Preguntas retóricas

Dice Marafiotti: “Las preguntas retóricas inducen una respuesta, son una provocación para hacer que el interlocutor diga algunas cosas. Las respuestas están contenidas en las preguntas.”

Ejemplo:

¿Acaso en la Argentina alguien duda de que los medios audiovisuales están en manos monopólicas y de que la democracia se fortalecerá si estos monopolios son desarmados?

Como vemos, la respuesta a esta pregunta está contenida en su formulación. Es una afirmación rotunda, a menos que se desee establecer una postura que no tome los valores admitidos de democracia, libertad de prensa, acceso a la información, etc.

La pregunta trampa

Aquí Marafiotti señala: “La trampa más simple se refiere al enunciado de una pregunta que el interlocutor no puede responder”

Ejemplo:

Si lo que se busca es hacer transparente el mecanismo de acceso a los medios, ¿por qué las audiencias públicas solo se establecen para renovar licencias y no para adjudicarlas?

La pregunta, evidentemente, pone al interlocutor en una zona difícil argumentativamente, porque muestra una grieta en el proyecto o en los valores que dicen sostenerlo.

La pregunta controversia

Dice Marafiotti de las preguntas controversia: “Obligan al interlocutor a reaccionar violentamente. Son las preguntas que llevan tensión y conflicto. A diferencia de las preguntas trampa que pretenden dejar sin voz al interlocutor, estas desencadenan su vehemencia, poniéndolo a veces en descubierto”

Ejemplo:

¿Cómo un país que pudo juzgar a las juntas militares, una experiencia casi inédita en el mundo, y cambió su Constitución, no pudo darse una nueva ley de medios?

Esta pregunta tiene la potencia de abrir la polémica a un nuevo contexto, el histórico. Obliga al interlocutor y al auditorio a revisar toda la cronología y a pensar en explicaciones al respecto, dotando de nuevo sentido al conflicto.

La contrapregunta

Para Marafiotti: “Es una pregunta que responde a otra pregunta, sirve para esquivar. Permite diferir una respuesta argumentada. Es signo de una prudencia táctica.”

Periodista: -¿Por qué se limita en el Congreso la posibilidad de discutir el proyecto?
Funcionario: -¿80 foros realizados en todo el país a lo largo de dos años no es libertad para discutir el proyecto?
Periodista: -Yo no voté el foro Mapuche
.

Este diálogo, llevado adelante por un periodista y un funcionario del gobierno, muestra una estrategia muy usual en la polémica, pero poco fructífera argumentativamente: ninguna intervención responde con argumentos. Lo que hace es contraargumentar, inaugurar un tema nuevo que parece decirnos algo sobre la cuestión pero que en realidad establece desde el inicio el desacuerdo.

Las preguntas de estilo

De las preguntas de estilo Marafiotti señala: “Encuentran su refugio en los recursos vinculados a los valores. Dan cuenta de su función al aparecer al final de una exposición. Sirven de cierre, de frase conclusiva. Estas preguntas pertenecen al viejo arsenal de los recursos retóricos. Interrogan en nombre de una conciencia universal para juzgar y sancionar un hecho o idea.”

Es muy frecuente el uso de estas preguntas en los finales de programas periodísticos o editoriales de diarios, y tienden a mostrar una fuerte marca ideológica. Así, en relación con este tema, de un bando podríamos escuchar a un periodista decir al final de su programa:

¿no estaremos firmando con esta ley el acta de defunción de los medios de comunicación?

y a otro, del bando opuesto,

¿no será que en el fondo la libertad de prensa que reclaman algunos grupos mediáticos no es otra cosa que una ansiada libertad de negocios, para que sean cada vez más y más redituables?

viernes, 11 de septiembre de 2009

El valor argumentativo de una pregunta


Preguntar, responder. ¿Será verdad que todas las preguntas que hacemos esperan una respuesta? O mejor dicho, ¿será verdad que toda pregunta supone que el hablante carece de una información y espera que su interlocutor complete ese vacío?

La experiencia cotidiana nos dice inmediatamente que no, que la oposición no saber/saber no siempre está en el fondo de un intercambio de preguntas y respuestas.
A veces preguntamos y ya sabemos la respuesta (¿de qué color es esta pared que vemos acá?), a veces preguntamos para que el otro admita la verdad de la afirmación que implica nuestra pregunta (¿no te parece que es importante ser puntual?), a veces preguntamos para que el otro quede encerrado en nuestro interrogatorio (¿dónde estabas ayer a la noche? En tu casa, no).

Algo semejante hacemos cuando introducimos preguntas en nuestra argumentación.

El caso más conocido es el de la pregunta retórica. Quien dirige la argumentación hace una pregunta, pero no espera en realidad una respuesta de su auditorio.

Por ejemplo:

Hoy en día debatimos si nuestra sociedad necesita una nueva ley de radiodifusión. ¿Pero cuál es el alcance que debe tener una ley de este tipo? Una ley, sin duda, tiene que cubrir muchos aspectos, a saber…...

Como vemos, se trata de una pregunta que no pregunta nada, que aparece para condiciona al interlocutor a seguir un mecanismo en el razonamiento, a aceptar cierta fluidez discursiva. Pero no es inocua, tiene la fuerza de un argumento, pues obliga al auditorio a asumir como verdadero lo que propone: en este caso, la necesidad de discutir el alcance de la ley.

Leyendo el libro Recorridos semiológicos, encontré una interesante clasificación de las preguntas, según su función argumentativa. Marafioti, el autor del artículo, diferencia entre:


1. las preguntas retóricas,

2. la pregunta trampa,

3. la pregunta de controversia,

4. la contrapregunta y

5. la pregunta de estilo.


Dice:

"Estas preguntas juegan un rol doble en la argumentación. Por un lado, pueden poner en dificultad al interlocutor, es el caso de la pregunta-trampa o la pregunta de controversia; por otra parte, pueden contribuir a hacer descubrir una opinión o un hecho que son sugestivos. En este último caso, constituyen una vía argumentativa sesgada: el interlocutor es “conducido”, respondiendo a un encadenamiento de preguntas preparadas, hacia un cierto tipo de respuestas."

Recorridos semiológicos. Signos, enunciación y argumentación

Marafioti (compilador),

Eudeba, Buenos Aires, 2004

miércoles, 10 de junio de 2009

El poder de la metáfora



Hace poco estuve releyendo “Metáforas en uso” un libro que reúne artículos de investigadores de la UBA en torno a la función de la metáfora en distintos discursos sociales. Es un libro muy interesante. Analiza el tema desde las teorías clásicas de la argumentación y a la vez presenta casos de investigación de campo.

En el artículo que abre el libro, La perspectiva retórica, Mariana di Stefano explica varios autores y arranca por Aristóteles. Dice:
Para Aristóteles, las metáforas facilitan la persuasión a partir de un doble efecto: por un lado la impresión de que el discurso es natural, porque todos hablan con metáforas, y lo natural es verosímil; y por otro, el asombro, dado que el discurso resulta ingenioso.

Para que resulte, es necesario que la metáfora sea apropiada, o sea que se comprenda rápidamente, cosa que no logran ni las metáforas oscuras (porque son incomprensibles), ni las banales (porque son demasiado obvias)”

Tal como señalan los lingüistas, nuestro lenguaje cotidiano está lleno de metáforas: futboleras: (“me quedé en offside”, “esto es un golazo”, “hay que ponerse la camiseta”) médicas (“esto es cirugía mayor”) o de la robótica (“ponete media pila”), entre otras. También los refranes populares, por supuesto, generan sentido metafóricamente (“el diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo” o “camarón que se duerme se lo lleva la corriente”).

Entonces, si producimos y usamos lenguaje metafórico, ¿por qué no incorporarlo a las presentaciones o discursos que elaboramos? Puede ser un ejercicio difícil pero a la vez muy productivo. Como señala Aristóteles, cuando lo verosímil se asocia con lo ingenioso el resultado es totalmente convincente.




Metáforas en uso
Mariana di Stefano (coordinadora)
Editorial Biblos, Buenos Aires, 2006

miércoles, 20 de mayo de 2009

Más de Stephen King: el párrafo



La caja de herramientas que Stephen King propone en su libro On writing tiene tres niveles. En el primer nivel, como conté en el post anterior, SK recomienda llevar el vocabulario y toda la gramática. En el segundo, todo lo concerniente a la forma y el estilo (el uso de adverbios, gerundios, frases pasivas, tipos de verbos, extensión de las frases, etc.). Pero dentro de este universo de elementos lingüísticos SK se detiene especialmente en uno: el párrafo.

Dice así:

“Yo diría que el párrafo, y no la oración, es la unidad básica de la escritura –el lugar donde la coherencia empieza y las palabras tienen la posibilidad de convertirse en algo más que palabras. Si es el momento de acelerar la narración, la aceleración aparecerá en el nivel del párrafo. Es un instrumento maravilloso y flexible que puede constar de una sola palabra, o correr a lo largo de varias páginas.”


El párrafo es para SK el latido y la respiración de la escritura, la base de su ritmo.

¿Qué ocurre con el párrafo en un texto expositivo? ¿Es tan importante como lo es en la escritura de ficción?

Desde su perspectiva, lo es. Un lector puede darse cuenta de si un texto es fácil o difícil de leer por la cantidad y extensión de párrafos, y de espacios en blanco (más párrafos, más espacios en blanco, más fácil su lectura). Y agrega:

“En la prosa expositiva, los párrafos pueden (y deberían) ser prolijos y utilitarios. El párrafo expositivo ideal contiene una oración temática seguida por otras que la amplifican o explican.”

Y también el ritmo en la escritura expositiva es importante. Sólo que aquí se logra no por el pulso interno del relato, sino a partir de la combinación de oraciones simples con oraciones más extensas; y de párrafos breves (únicamente la idea central) con párrafos más extensos.

Como siempre, el Sr. King es un gran maestro.

lunes, 11 de mayo de 2009

La caja de herramientas de Stephen King



En el año 2000 Stephen King publicó On Writing, un libro en el que nos cuenta cómo fueron sus primeros tiempos de escritor, su formación en el oficio y el trabajo que le llevó componer muchas de sus novelas. Pero también es un manual de estilo escrito con mucho humor y excelentes ejemplos.

Si bien King se refiere a la escritura literaria, sus observaciones son muy valiosas y útiles en todo contexto de escritura. Coincide, además, con la perspectiva de muchos autores que se dedican exclusivamente a la escritura empresarial. Por eso me pareció oportuno citarlo.

La primera recomendación que da a todo aquel que desee escribir, es que construya su propia caja de herramientas y que saque luego suficiente músculo como para poder llevarla a donde quiera que vaya. Más vale, dice, tenerla siempre a mano. Nos hace ahorrar tiempo y nos permite aplicar soluciones precisas. Esta caja de herramientas tiene varios niveles. En el nivel superior van las herramientas más comunes, que son dos. Dice así:
"Pon tu vocabulario en el estante superior de tu caja de herramientas y no hagas ningún esfuerzo conciente por mejorarlo. Una de las cosas realmente malas que puedes hacer a tu escritura es vestir tu vocabulario con palabras largas porque estás un poco avergonzado de tus palabras cortas. Es como vestir a tu mascota doméstica con ropa de noche. La mascota está avergonzada y la persona que llevó adelante este acto de pretendida belleza debiera estar aun más avergonzada."

"También querrás poner la gramática en el estante superior, y no me enojes con tus bufidos de exasperación o tus lamentos de que no entiendes la gramática, de que nunca entendiste la gramática….La gramática no es solo un dolor de cabeza, es el poste que agarras para poner a tus pensamientos de pie y hacerlos caminar.”


Palabras comunes, directas y precisas; un orden gramatical lógico y simple, sin voz pasiva (“dos páginas de voz pasiva –tal como en algún documento empresario o ríos de mala literatura- me dan ganas de chillar”) y con pocos adverbios, son las herramientas iniciales que el maestro del terror lleva consigo desde hace más de treinta años…y no parece haberlo hecho nada mal, ¿o sí?

On Writing, ( información traducida del capítulo Toolbox)

lunes, 4 de mayo de 2009

Convencer y persuadir, o cómo distinguir auditorios



Siempre que nos admiramos del efecto que una buena argumentación tiene sobre una audiencia, creo que nos estamos preguntando indirectamente cómo podríamos lograrlo con nuestros propios discursos. Al releer el capítulo Persuadir y convencer (Tratado de la nueva argumentación, de Perelman y Olbrechts-Tyteca) encontré que había algunas herramientas que podían ayudarnos.

Los autores retoman una distinción conceptual que arranca en la época clásica de la oratoria y continúa hoy en día: la distinción entre persuadir y convencer; la primera, más ligada a la acción, y la segunda, a la convicción.

Para quien se preocupa más por el resultado, persuadir es más que convencer (porque la convicción es el primer paso antes de la acción); para quien está preocupado por el carácter racional de la convicción, convencer es más que persuadir.

En este sentido, hay ciertas argumentaciones que apuntan directamente a un efecto persuasivo (la argumentación de la publicidad, la argumentación política): ellas buscan que la audiencia haga algo en concreto (como es evidente en la imagen que publicamos).

Pero hay otras, como por ejemplo la argumentación de la jurisprudencia, que apelan a la inteligencia de su auditorio y al carácter racional o lógico de las “verdades” que enuncian.

En la realidad, los límites entre persuadir y convencer son sutiles e imprecisos, señalan Perelman y Olbrechts-Tyteca. Ellos, por su parte, proponen un enfoque particular sobre esta oposición basada en el tipo de auditorio a quien el orador se dirige. Inicialmente establecen dos auditorios: el universal y el particular.

Al auditorio universal (conformado por la humanidad) “los argumentos que se le presentan no constituyen ningún llamado a la acción”, buscan establecer (o retoman) principios o verdades intemporales. Pero por el contrario, a los auditorios particulares (conformado por un grupo o persona concreta, con intereses y emociones precisos) se les proponen argumentaciones cercanas a la acción.

Lo que me parece muy interesante es que al armar una argumentación podemos tratar a nuestro auditorio particular (digamos un equipo de trabajo en una empresa) en un momento de la argumentación como si fuera universal, para reforzar el carácter racional de la adhesión.

O podemos hacerlo a la inversa, el auditorio universal (el pueblo de una nación, por ejemplo) puede convertirse en una persona concreta que queremos que actúe de inmediato. Y de hecho, ¡esto lo hacemos habitualmente!

Creo que ser conscientes de que podemos dirigirnos a nuestro auditorio real desde distintos lugares (podemos considerarlo de manera diferente a lo largo de nuestra argumentación) nos permite elegir argumentos más oportunos. Es, sin duda, una herramienta que nos vuelve más efectivos.

martes, 21 de abril de 2009

El poder de la concisión



¿Cuál es el poder de una imagen en una presentación? ¿Y el de una palabra? ¿Cuánta información podemos transmitir en una diapositiva?

En el sitio www.good.is ,(el sitio de la revista Good dedicada a la vida sustentable, política y otros temas sociales de nuestro tiempo), en la sección Video hay presentaciones breves, de 2 ó 5 minutos de duración, que nos permiten reflexionar sobre estos puntos.

Una de ellas, Transparency: drinking water , dedicada al problema del agua potable, es un ejemplo muy interesante. Como tipo de presentación, es una presentación persuasiva, que intenta crear conciencia sobre este problema mundial y da recomendaciones para paliarlo.

Visualmente, se trata de una serie de diapositivas, animadas, con imágenes muy simples y texto muy directo y conciso. Tiene una base musical que marca el ritmo de la lectura y no hay narrador en off.

Es muy interesante verla. Creo que hace evidente que es imprescindible ser concisos en los conceptos, las imágenes y las palabras para lograr transmitir en poco tiempo una idea. Cosa que no deberíamos olvidar cuando preparamos nuestras propias presentaciones.

Acá va, http://www.good.is/post/transparency-drinking-water/

martes, 14 de abril de 2009

Gerundios a la vista


No hay escapatoria. Cada vez que presento en un curso de capacitación las reglas de uso de los gerundios (formas verbales como cantando y saliendo), las personas primero se sorprenden, luego se enojan, algunas se resignan (dicen que no volverán a usar más el gerundio en su vida) y otras asumen que vale la pena intentar usarlos bien.

Lo que pasa en nuestra comunidad lingüística es que usar mal el gerundio es tan común que resulta difícil detectar los errores. Podemos encontrar errores al leer artículos periodísticos,al escuchar a locutores en la radio o en la televisión; en fin, en todas partes. ¿Para qué insistir entonces? ¿Por qué no esperar a que la Academia cambie las reglas y acepte estas normas de uso?

La cuestión es que al usarlos bien ganamos en claridad. El lector puede entender con mayor facilidad las ideas y las relaciones lógicas que existen entre ellas.

Por ejemplo, en las siguientes frases, ¿por qué es mejor A que B, y C que D?

A.“El presidente habló ante el público para anunciar nuevas medidas económicas”
B.“El presidente habló ante el público anunciando nuevas medidas económicas”

C. "Analizó las muestras tomadas en el río Colorado y descubrió en ellas altos índices de contaminación."
D. "Analizó las muestras tomadas en el río Colorado descubriendo en ellas altos índices de contaminación."

En A está explicitado que la relación entre las acciones (hablar y anunciar) es de finalidad. No así en B, aquí las acciones no se diferencian.

En C se pone en evidencia que hay una secuencia de acciones: primero analizar, después descubrir. Esta secuencia queda ocultada en D.

Daniel Cassany en su libro Afilar el lapicero señala por qué es importante usar bien los gerundios más allá de los criterios de corrección gramatical. Creo que muestra con claridad de qué manera incide en los procesos de lectura y escritura. Acá van:


1.El gerundio no puede especificar tiempo, persona o número de la acción. El lector debe inferirlos por el contexto.
2.Alarga la oración, al añadir subordinaciones. La frase completa incrementa su extensión y complejidad.
3.Provoca que el verbo y la oración principal pierdan fuerza al quedar “tapados” por la oración subordinada con gerundio.
4.Pertenece a un registro formal y es poco usado en el habla cotidiana.

miércoles, 1 de abril de 2009

Diagramas complejos en powerpoint

La mayoría de las presentaciones en powerpoint fracasan por intentar comunicar muchos conceptos complejos simultáneamente. En los diagramas es donde se ve esto con mayor claridad. Es común que la audiencia se enfrente a una pantalla repleta de símbolos, palabras y flechas que decididamente no puede decodificar.

Dave Paradi analiza en su blog algunas de estas diapositivas y da recomendaciones al respecto, que reproduzco:

Lecciones para presentar diagramas complejos

1. Subdividir los conceptos en varias diapositivas.
2. Mostrar un concepto por vez.
3. Escribir títulos para dar un contexto al diagrama.
4. Construir las ideas en base a un orden lógico.

Se puede observar la restauración que Paradi hace de una de las peores diapositivas presentada por un CEO, acá

lunes, 30 de marzo de 2009

¿Sexismo en el lenguaje?


Cuando redactamos, muchas veces tenemos dudas sobre el género del sustantivo que usaremos para referimos a un grupo integrado por hombres y mujeres. ¿Deberíamos decir señores y señoras, o simplemente señores? ¿Auditores y auditoras para referirnos a un equipo de trabajo, o bien auditores?

Por regla general, el español construye el plural genérico de sus sustantivos en masculino. De esta manera, si en una carta encontramos el texto “les enviamos a nuestros clientes el nuevo folleto” entendemos que el grupo de clientes está integrado por hombres y mujeres (clientes y clientas), y por lo tanto, no necesitamos hacer una explicitación.

Sin embargo, cuando realizamos una interpelación directa a un destinatario mixto, se prefiere la distinción: compañeros y compañeras, señores y señoras. En general esta diferenciación es pertinente y necesaria en situaciones de comunicación oral de modo que el destinatario específico se sienta convocado.

En el libro La escritura rentable aparecen algunas recomendaciones muy útiles en torno a este tema. Las reproduzco:

"En las últimas décadas se ha desarrollado también una especial sensibilidad hacia el llamado lenguaje sexista, que consiste en la manifestación de una discriminación hacia las mujeres en las palabras y construcciones sintácticas. Por este motivo, al redactar un escrito es conveniente tener en cuenta los siguientes principios:

1. Es importante cuidar el lenguaje a la hora de designar una colectividad integrada por varones y mujeres. Hay varias formas de designar los colectivos mixtos:

- Podemos emplear el masculino genérico (el hombre, los profesores, los niños, etc.)
- Podemos emplear el nombre genérico que engloba a ambos sexos (la humanidad, el profesorado, la infancia, etc.)
- Podemos emplear construcciones dobles del tipo señor/a o chicos y chicas, aunque es preferible no abusar de ellas porque su uso reiterado puede cargar el texto.

2. Muchas profesiones desempeñadas tradicionalmente por hombres son ahora compartidas por ambos sexos. Por eso el lenguaje ha desarrollado para estas actividades nombres femeninos que debemos incorporar a nuestra lengua (médica, directora, embajadora, gobernadora, concejala, presidenta, gerenta, etc.)

3. El tratamiento de señorita se utilizaba para hacer referencia al estado civil de soltera de una mujer, en contraposición a señora, que se usaba para denominar a una mujer casada. Sin embargo, al hombre se le llamaba señor y no señorito aunque fuera soltero. Para evitar esto, es preferible utilizar señora y señor para referirnos a una mujer o a un hombre respectivamente."

lunes, 9 de febrero de 2009

¿Cómo se escribe?


Hace poco recibí una consulta que tiene que ver con la normativa del español. ¿Se deben usar mayúsculas en una enumeración con viñetas o números después de los dos puntos?

El uso de las mayúsculas muchas veces es un dolor de cabeza, así que creo que vale la pena compartir la respuesta. Cito a continuación la explicación que se da en libro El arte de escribir bien en español, un excelente manual de corrección de estilo.

"Aunque no lo enuncie explícitamente como regla, la RAE también admite en su Ortografía de la lengua española (1999) el empleo de la mayúscula después de los dos puntos en cada uno de los términos iniciales de una enumeración precedida de letras, tal como se desprende del uso que ella misma hace de esta letra en este texto. Ejemplo:

La letra w solo se utiliza en palabras de origen germánico como las siguientes:
A) Determinados nombres propios de origen visigodo. Ejemplos: Wamba, Witiza.
B) Algunos derivados de nombres propios alemanes…. (RAE, 1999, pág. 13)
"


El arte de escribir bien en español
María Marta García Negroni, Mirta Stern y Laura Pérgola
Edicial, Buenos Aires, 2001

sábado, 7 de febrero de 2009

Leer o no leer: ésa es la cuestión


¿Por qué algunos textos son más fáciles de leer, comprender y recordar que otros?

Esta pregunta motivó a un grupo importante de lingüistas del siglo XX (Flesch, Henry, Richaudeau, entre otros) a preguntarse si existían elementos objetivos en la escritura que hacían que un texto fuera legible.

En su investigación descubrieron que, en efecto, había una serie de rasgos que hacían que un texto pudiera ser leído con más facilidad, es decir que tuviera una alta legibilidad. A continuación los enumero. Son buenas recomendaciones para nuestra escritura.

Rasgos de la alta legibilidad:

1. Palabras cortas y básicas.
2. Frases cortas.
3. Lenguaje concreto.
5. Presencia de repeticiones.
6 Presencia de marcadores textuales (conectores).
7. Posición lógica del verbo (después del sujeto).
8. Variación tipográfica (uso de resaltados, cursiva, etc.).

Rasgos de baja legibilidad:

1. Palabras largas y complejas.
2. Lenguaje abstracto.
3. Subordinadas e incisos en la estructura de la frase.
4. Enumeraciones excesivas.
5. Poner las palabras importantes al final de la frase.
6. Monotonía tipográfica.

La importancia de estos estudios a lo largo de los años ha ido creciendo y se ha ramificado en nuevas áreas de estudio. En la vida pública también se ve su influencia. Muchos periódicos tienen manuales de estilo propios, así como también algunas empresas, organizaciones y estados nacionales. En todos, predomina la tendencia del estilo llano, o plain style, que se enfoca en lograr textos de alta legibilidad.

martes, 27 de enero de 2009

No al powerpoint en conferencias internacionales


Las empresas que organizan conferencias internacionales suelen enviar a los participantes un folleto con los requisitos con que deben cumplir las disertaciones. Terrapinn es una de las empresas organizadoras de eventos más importantes a nivel internacional, y bajo el lema las conferencias son el show-business de los hombres de negocio, hace recomendaciones muy precisas acerca de la organización, el rol del coordinador, del expositor, la red de contactos, la asistencia, y por supuesto, también se refiere a las presentaciones de los expositores.

De hecho, entre las recomendaciones aparece una bastante inusual en el mundo
empresarial local: desalienta enfáticamente el uso del powerpoint como soporte de la presentación.

¿En qué se basa este rechazo al powerpoint?

Edward Tufte, un reconocido experto estadounidense en técnicas de presentación de información, en su libro The cognitive style of powerpoint hace las siguientes observaciones, citadas por Terrapinn para convencer a sus lectores:

1. Powerpoint está totalmente orientado al presentador (es su ayuda memoria) y no al contenido, o a la audiencia.

2. La limitación de espacio en las diapositivas conduce a generalizaciones superficiales, afirmaciones imprecisas, eslogans, evidencia ligera, y afirmaciones abruptas y débilmente argumentadas.

3. Como transmite poca información, la audiencia debe soportar una secuencia interminable de diapositivas.

4. Powerpoint es un competente organizador de diapositivas. Pero en vez de ser un complemento de la presentación, se ha convertido en su sustituto.


Se puede leer más sobre este tema acá

lunes, 26 de enero de 2009

¿Quién gana las discusiones?


Hace poco me encontré con el libro Cómo ganar discusiones, de Pablo da Silveira, que analiza la forma en que discutimos desde la perspectiva de la teoría de la argumentación. Esta teoría se interesa por la construcción de buenos razonamientos y por la forma en que impactan en el auditorio. El libro es excelente y brinda ejemplos concretos de cada caso lógico que analiza.

Me interesó la claridad con que plantea la cuestión desde la introducción. Dice así:

"Ganar una discusión no es lo mismo que tener razón ni perderla es sinónimo de estar equivocado. Con mucha frecuencia, el que consigue imponerse en un debate es simplemente el más habilidoso, el más experimentado o el que tiene una personalidad más avasallante (….) De todas maneras, debatir es el mejor método del que disponemos para aclararnos las ideas y para descubrir nuestros propios errores. Es además, una manera de incorporar puntos de vista diferentes, de considerar posibilidades que no se nos habían ocurrido, de beneficiarnos de lo que aprendieron otros.

Argumentar es una de las actividades típicas de lo que solemos denominar una sociedad democrática. Se argumenta en la política (…), en los negocios (…), entre empleados y patrones (…), se argumenta cuando se hace publicidad. (…)Sólo en una sociedad donde se aplica la ley del más fuerte no hay necesidad de argumentar o al menos todo se reduce a un único y repetido argumento que consiste en decir: Esto se hace así porque lo digo yo, y yo estoy en condiciones de imponer mi voluntad."

Aprender a desarrollar argumentos con una sólida base lógica y con un fuerte impacto en el interlocutor se convierte casi en un imperativo si lo que queremos es formar líneas de opinión certeras y tomar decisiones con buenas perspectivas de éxito.


Cómo ganar discusiones (o al menos cómo evitar perderlas)
Pablo da Silveira
Taurus, Buenos Aires, 2004

viernes, 23 de enero de 2009

Ideas para hacer crecer ideas


En el periódico New York Times, en la sección Opinión (Lesson Plans), un grupo de profesores de distintos niveles reseña sus experiencias en las primeras semanas de clase. La experiencia que relata Mathew Kay, uno de los profesores del equipo, es una alegoría sobre el ciclo vital de las ideas (nacimiento, crecimiento y propiedad) que puede ser aplicada en cualquier ámbito. Dice así:

Al principio, nuestros estudiantes se acercan tímidamente para hacer preguntas que a menudo son desordenadas e incoherentes. Pero cuando son alentados, se abren y ofrecen sus ideas incesantemente. Cada año, yo ilustro esto en todos los cursos el primer día de clase. Me pongo una gran pelota de goma debajo de mi camisa y represento el momento en que la doy a luz. Entre todos bautizamos a este niño mi idea. Luego hago que mi idea pase de mano en mano; pero estoy nervioso, y cuando a alguno se le cae, la atrapo y adopto la posición fetal para protegerla. Ellos se ríen. Después de un tiempo supero mi shock y aprendo a confiar en ellos otra vez, hago que la pelota circule suavemente, luego la arrojo a toda la clase para que cada uno pueda tocarla.

Hay dos moralejas en este juego: primero, uno no puede proteger su idea para siempre, y segundo, nuestras ideas crecen cuando, a través del diálogo y el debate, se les permite a otras personas dejar sus huellas en ellas.
Mathew Kay, Learning without a script,
New York Times, 14 de septiembre de 2008

Afilar el lapicero. Guía de redacción para profesionales



El discurso es una herramienta para comunicar conocimientos, para desarrollar la
actividad laboral, para fortalecer nuestra identidad profesional, para cumplir
nuestros deberes y para ejercer el poder. Economistas, juristas, ingenieros,
biólogos, médicos, físicos, investigadores, maestros, sociólogos, abogados…
¡todos trabajamos con el discurso!

Con esta frase, Daniel Cassany inicia su libro Afilar el lapicero, verdadero manual de referencia en torno a cómo enseñar a escribir o mejorar la escritura propia.

Salió publicado por Anagrama en diciembre del 2007, y si es necesario solicitarlo a un librero y esperar unos días para que el ejemplar llegue a nuestras manos, vale la pena hacerlo. Cassany es el autor de habla española más reconocido en el ámbito de la enseñanza de la escritura por sus notables reflexiones y experiencia, tanto académica como empresarial.

Todos sus libros son un excelente material de lectura y ponen a la escritura en el centro de las actividades laborales, como una habilidad que potencia el desarrollo de cualquier profesional. El enfoque es simple y llano, y fundamentalmente, acertado. En el fondo, nos obliga a reflexionar: Si al escribir no podemos comunicar coherentemente nuestros pensamientos, ¿por qué deberíamos esperar que aceptaran las conclusiones o recomendaciones que proponemos?

En su último libro Cassany hace un recorrido transversal por cuestiones centrales de la escritura: la figura del lector, la organización de la información, el estilo de escritura, la estructura de los documentos, etc. Definitivamente no defrauda al lector que se acerca siguiendo el subtítulo Guía de redacción para profesionales.