Recorriendo facebook me topé con una discusión muy interesante entre graduados de filosofía (discusión de alto nivel, de verdad, entre Phd de Oxford, Toronto, etc.), acerca de la manera de valorar los argumentos en el pensamiento crítico. En una parte de la discusión, Pablo Stafforini, afirma:
Courses in "critical thinking" will ruin your capacity to think critically. Such courses teach you to ignore the causal origin of a belief and the epistemic authority of the believer, when in fact these considerations are highly evidentially relevant. Contrary to the teachings of critical thinkers, respect for the truth often requires you to look beyond "the merits of the argument".
¿Se debe valorar exclusivamente el mérito del argumento –su validez, su grado de veracidad, su presentación formal? ¿O es necesario incluir también en la discusión el origen de ese argumento (sus causas, motivos) y la autoridad del que lo enuncia –del que cree en él- como para entender su capacidad de establecer creencias?
A la hora de discutir, una dificultad parece ser lograr un equilibrio entre la valoración objetiva de lo dicho –a ultranza- y su opuesto, lo que sería una suerte de paranoia argumentativa: la aceptación o rechazo de cualquier argumento por el lugar (origen /sujeto) que lo enuncia.
Courses in "critical thinking" will ruin your capacity to think critically. Such courses teach you to ignore the causal origin of a belief and the epistemic authority of the believer, when in fact these considerations are highly evidentially relevant. Contrary to the teachings of critical thinkers, respect for the truth often requires you to look beyond "the merits of the argument".
¿Se debe valorar exclusivamente el mérito del argumento –su validez, su grado de veracidad, su presentación formal? ¿O es necesario incluir también en la discusión el origen de ese argumento (sus causas, motivos) y la autoridad del que lo enuncia –del que cree en él- como para entender su capacidad de establecer creencias?
A la hora de discutir, una dificultad parece ser lograr un equilibrio entre la valoración objetiva de lo dicho –a ultranza- y su opuesto, lo que sería una suerte de paranoia argumentativa: la aceptación o rechazo de cualquier argumento por el lugar (origen /sujeto) que lo enuncia.
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